domingo, 6 de mayo de 2012

De las Cosas y Tú

“De las cosas y tú”

Obra innovadora que refresca la poesía Sucreña
Libro de Alma Rosa Terán Tirado


En el arte, la verdad está
en el ojo de quien la ve
M de la T.


He tenido la dicha y la desdicha de hablar en diversos escenarios de esta ciudad en donde mi hermano Eddie José ha muchos años sembró en tierra fértil y pródiga. Hablé en el encuentro de escritores en diciembre de 1982, y en esos días conocí a ilustres y notables figuras de las letras, consideradas por la sociedad de la Villa del Niño Jesús de Sincelejo, como lo fueron Eugenio Moreno Oróstegui. Jerónimo Osiris, Manuel Huertas Vergara, Jorge Marel, el poeta del Mar Interior como decía Manuel Zapata Olivella, el profesor Enrique Sanjuanelo, Toño Mora Vélez y a Óscar Flórez Támara, que entonces andaba repartiendo su Expresión Naciente llena de versos y de relatos de las nuevas figuras de las letras sincelejanas y sucreñas. Años después, el matemático Rodrigo Hernández Buelvas, en una hora de mondongo que saboreábamos en el mesón de Pello Peralta con don Remberto Montes, mi hermano Eddie, y los licenciados Rafael Barrio y Guillermo Ghisays, me comprometió para que hablara de su ópera prima en la que recogía más de dos centenas de décimas y poesía medidas con el recién importado metro francés que echaba a un lado la “vara sevillana” de los Borbones. La última vez que hablé, fue en momentos luctuosos para la familia Daniels Palencia.

Hoy, intervengo en este solemne acto de presentación del libro de poemas De las cosas y tú de la querida amiga y poetisa Alma Rosa Terán Tirado a quien conocí en una de las muchas sesiones del Parlamento Nacional de Escritores de Colombia, evento que desde hace diez años se realiza en la ciudad de Cartagena.

Debido a que muchas personas creen que el libro aparece como por arte de magia, echando un polvo divino sobre una pila de papel, o invocando los dioses del Olimpo o el espíritu santo, es bueno decirles que ellos tienen también un proceso. De las Cosas y tú, tuvo el mismo o quizás un más complicado proceso que la bella Almita o el mismo Bernardo José, aliento de vida de la poetisa Alma Rosa Terán Tirado.

Atendiendo a lo más elemental del arte, me referiré a la obra, de la misma manera que lo haría alguno de ustedes si escuchase, por ejemplo Carmen de Bolívar, El Toro Balay o La Piragua en el piano de Chaikovski, el saxofón de Sofronín Martínez o simplemente en la cornamusa encantada de Orfeo. Cada uno daría una opinión distinta y respetable, pues difícilmente se puede tener la misma perspectiva y sensibilidad sobre la creación de una obra y eso naturalmente sucede también cuando hablamos de un libro. En el arte nada es malo y tampoco nada es bueno. La obra artística gusta o no gusta, despierta el sentimiento o la empatía entre ella y quien la observa, mira, lee o escucha. Y De las cosas y tú, a mi sinceramente me gusta y despierta mi simpatía, por lo que expondré a continuación.

Acerca de las opiniones que se emiten sobre libros, sean estos de investigación o de creación, siempre habrá criterios disímiles. Respecto a la historia por ejemplo, muchos dirán que está parcializada, que tiene un sesgo ideológico o político, que es de derecha o que es de izquierda. Respecto a la creación, el juicio es más subjetivo, por cuanto tiene un ingrediente de aceptación del arte como tal, de coincidir con el numen y el estro que ha influido o inspirado al autor, es decir, que existe una empatía entre la obra creada y la persona que la analiza.

Aunque es conocido por todos los aquí presentes, es importante recordar que todo poeta, además de tener un corazón fácilmente sensible a todo lo bello, noble y generoso, o profundamente impregnado de un importante afecto, también debe poseer una serie de cualidades, tales como la fantasía inventiva que abrace todos los aspectos tradicionales y grandiosos de la naturaleza y que por medio de ella busque del otro lado de las cosas, un orden de seres más bello y maravilloso, que cree un mundo como él considera que debe ser. Una inteligencia, sagaz y astuta, que profundice y con el tirabuzón de la palabra, extraiga la esencia de las cosas y sorprenda los secretos del corazón humano. Poseer una memoria enriquecida de observaciones, hechos y estudios, pero que lejos de hacer un vano alarde de sus tesoros, los rinda al imperio de la imaginación y de la inteligencia. Son los elementos que constituyen el genio o como decían hasta hace poco los castellanos cervantinos, el ingenio.

Quizás por eso, siempre que una obra aparece en el ámbito histórico, se escudriñan sus textos, se trata de identificar de qué tipo son, pues cada una difiere según sea el género a que pertenece. Por ejemplo, el orador, el historiador y el filósofo hablan general y primariamente al entendimiento: su fin directo es informar, persuadir e instruir. Para la poesía su fin primario es agradar o mover, se dirige continuamente a la imaginación o a las pasiones. Se supone el ánimo del poeta estimulado por algún objeto interesante que enciende su fantasía o empeña su corazón, y de consiguiente comunica a su estilo una elevación peculiar acomodada a sus ideas y muy diferente del tono de expresión que es natural al hombre en su estado de alma ordinario. Este lenguaje de las pasiones hasta hace poco estaba sometido a una medida rigurosa, era más numérico que expresivo, algo no esencial en la poesía, pero el vate se desvivía por crear sonetos, décimas, coplas, octavillas, silvas, odas o cualquiera otra forma estrófica contando versos, ictus, sinalefas, hemistiquios, encabalgamiento y toda clase de licencias propias de la métrica española. No obstante, para bien o para mal ese rigorismo poético se encuentra bien encerrado en el baúl del tiempo y ha dado paso a una nueva concepción de la poesía. Un nuevo paso al arte protegido por Polimnia, Euterpe y Erato, y Alma Rosa, parece que hubiese interpretado de una manera excelente este principio.

De las cosas y tú, en sus 106 páginas, recoge 37 poemas no estróficos, ocho haikú, un prólogo, una dedicatoria, un agradecimiento, una reseña biográfica, un comentario y dos pensamientos de Rabindranat Tagore. Es importante saber que cuando un escritor publica un libro se desvive porque cada detalle sea como él o ella quiere. Son esas pequeñas cosas las que conforman la verdadera vida de la obra, porque ahí va inmersa el alma del poeta, son las claves que utiliza, el código oculto, sus mensajes cifrados y Alma Rosa no iba a ser la excepción. Nada se queda al azar. Ni el rostro meditabundo y cabizbajo de la joven de la pintura que ilustra la carátula. Encerrada en un óvalo como aquellos marcos de otras épocas que nos remontan a un pasado no tan remoto. Sin embargo, la autora también juega con dos elementos enquistados en la semiótica de la mitología: el color rosa, que simboliza muchas cosas. Nos recuerda a Aurora, la de los dedos de rosa, que anunciaba la llegada de Helios, en su carro de caballos alados. El color rosa, por su origen con la flor, siempre tiene una connotación altamente erótica. El color rosa designa también una clase de novela muy femenina. Y en ese sentido el contexto de los poemas están en relación directa con la tersa y suave piel de la obra.

Pero en ese juego de la semiótica que le imprime la autora que quiere que su obra no se quede allí en lo que podría ser la feminidad, agrega la mariposa, que además de sueños y quimeras, de esperanzas y amores, reafirmará lo que expresa en cada verso, especialmente en el dedicado al mes de Octubre, el mes de las rosas, parece un reto a algo sucedido:

“El viento ha cesado
Ha dejado por fin de asustar mariposas
Y aquí, mi cuerpo sigue”


En los 37 poemas, desde el primero que da nombre a la obra que nos concentra, Alma Rosa vierte con fluidez, lenta y paulatinamente, usando un lenguaje poético y sencillo, poemas hilvanados con la aguja de la nostalgia y el hilo de los recuerdos sumergidos en los vericuetos más profundos del corazón. Como la mítica ninfa Aracné que siente y tiene deseos de vencer la trampa que le tiende la casquivana Venus, que teje de todo cuanto se le viene a la mente, Alma, también seguramente cree que el mundo espera mucho de ella, que sus versos no pueden ser de un solo tenor, que es necesario que haya muchos bemoles. Y por eso

“Amo el beso que rompe el hielo
Y el rayo de la luna que me deslumbra”

Pareciera que a veces quisiera llegar a los linderos de la poesía erótica, en la que ella da una doble connotación al final del verso:

Sólo líbame
Luego escapa si puedes
De la Rosa

En sus versos surge a veces una poesía silenciosa, suave y coqueta, que parece que estuviese acercándose a la frontera de lo sublime:

Tu amor
toma formas distintas
en cada atardecer
Hoy lo veo taciturno, solitario, empinado
Es un faro en medio del océano
¡Cuánta inmensidad a su alrededor!

En el poema Recuerdos, la poetisa retrotrae el tiempo y mediante un juego de metáforas, une el pasado con el presente, el presente con el pasado, evocando, quizás, los primeros sentimientos del corazón:

“Recuerdo que pasábamos las horas
contemplando en aquellas gradas, una puesta del sol…
Aquel sentimiento que nos hizo niños
y nos libró entonces de la soledad”

El poema Invierno, dedicado a B.J., que bien podría ser Bernardo José, es un epinicio a la vida, un canto a la infancia, un himno al amor.

La noche transformó su esplendor
Y empezó a regalar gotas de llanto” .

De las cosas y tú, a primera vista suena como un llamado o invocación a hablar de los objetos cotidianos y de una segunda persona. Sin embargo, quizás el único poema dirigido al otro lado de las cosas es Súplica:

“Una sola palabra
¡Levántame!
No hay vida en el barro”



La poesía que en los últimos años ha rebasado las vallas que la anquilosaban y le ponían tantas talanqueras, que limitaban su carrera y obstruían su paso a nuevos esquemas, poco a poco se ha ido deslizando por nuevos manantiales y cauces dando paso a otros maravillosos espectáculos, sin perder el ritmo, la cadencia, la melodía y lo más importante el sentimiento.

Quizás uno de los cuadros mejor pintados con la pluma de Alma Rosa, una de las imágenes más notables de este compendio poético, es la personificación de la Casa Vieja , ya que la sola pronunciación del nombre nos lleva a otros lugares, nos traslada como si fuésemos sobre una alfombra mágica en busca de nuestros recuerdos. De los olores perdidos, las reminiscencias. En fin una casa sostenida sobre las madrinas de los recuerdos:


“Hoy visité la casa
Buscando en las nuevas estructuras
las cosas viejas”

Protegida por las Camenas latinas y no por las hijas de Zeus y Mnemosina, Alma Rosa ha creado una obra innovadora que refresca la poesía sucreña, pues si la crítica es seria y analiza sin el apasionamiento propio de la envidia, encontrará que la poetisa ha insertado el haiku como un elemento diferente para orientar las poesías, pero también le ha imprimido esa carga llena de metáforas que emergen por donde menos se esperan. Son poesías que halagan el oído, palabras que brotan con la sencillez propia de quien quiere llegar al corazón con la armonía y el ritmo propio de la poesía.

“Pregúntame por la noche por mi misma
por la frase que despertó mi corazón…
He abierto un horizonte entre mil sueños rotos
He secado mis lágrimas con las hojas del otoño
Y estoy aquí, sentada, con los pies descalzos”

Creo que podría seguir hablando más y más y más de la poesía de Alma Rosa, seguir escudriñando el sentimiento de cada verso. Pero es mejor que me detenga aquí, y les exprese a todos ustedes, que mi viaje a Sincelejo no ha sido en vano. Que tenemos una poetisa, que seguramente con el tiempo escalará otros peldaños y reconocimientos, que no se quedará en las gradas de las Ninfas, sino que subirá e los peñascos acres que rodeaban la fuente Castalia a donde iban a leer los buenos poetas. Y Alma Rosa ya inició su recorrido con el libro de poemas De las cosas y tú como también lo inicie yo hace tantos y tantos años en aquel remoto 1983, cuando Óscar Florez Támara andaba con su Expresión Naciente pregonando los versos de los nuevos poetas sucreños y Pello Peralta vendía en las madrugadas de placeres una hora del delicioso mondongo.

Muchas Gracias.
Sincelejo, 4 de mayo de 2012